«No tener límites donde encasillar la terapia ocupacional te da oportunidades infinitas de creación, y eso es muy enriquecedor»

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Angel Izquierdo Rojas (Manresa, 1978) forma parte de la primera promoción del grado en Terapia Ocupacional de la UVic-UCC. Actualmente es el delegado de la consejera de Salud de la Generalitat de Catalunya en materia social de residencias en la Cataluña Central. Desde este cargo de responsabilidad ha vivido los efectos de la pandemia por covid-19 desde la primera línea de fuego.

¿Qué es para ti la terapia ocupacional?

Es una profesión que no se puede encasillar ni se puede explicar haciendo una asociación rápida de ideas. Para mí, se basa en un proceso de rehabilitación y acompañamiento de las personas en diferentes áreas de su vida a partir de actividades, técnicas y herramientas adaptables a cada caso. Es lo que llamamos «ocupaciones significativas», que son el motor de la participación activa en los procesos rehabilitadores, ya sea por disfunciones físicas, mentales o sociales. La persona es el eje central de las intervenciones, que buscan la motivación del paciente para generarle proactividad.

¿Por qué escogiste estos estudios?

Me motivó esta carrera porque era una formación abierta e innovadora. La de terapeuta es una profesión cuyo nombre no identifica la actividad, y a veces echas de menos una figura profesional consolidada. A mí, sin embargo, siempre me gusta ver la parte positiva, que es la capacidad creativa de un trabajo que no está delimitado y que uno puede modelar con su conocimiento.

¿Qué aplicaciones profesionales tiene el grado?

Los terapeutas somos transversales. Somos profesionales que acompañamos a las personas en todo el ciclo de su vida, desde la infancia hasta el envejecimiento, con especialización en rehabilitación física, psíquica o social. Encontramos terapeutas ocupacionales en escuelas de educación especial, centros ocupacionales, prisiones o trabajando con colectivos en riesgo de exclusión social. Podemos actuar como profesionales de atención directa o como gestores de proyectos o equipamientos. Nuestro valor añadido radica en la creatividad de los procesos de intervención y en la participación activa que ello implica. Así pues, cocreado con las personas su proceso rehabilitador, identificamos las principales ocupaciones significativas y diseñamos planes de intervención adaptados y personalizados.

Se dice que la profesión de terapeuta es absolutamente vocacional. ¿Lo ves así?

Uno de los grandes valores de la terapia ocupacional es la capacidad de aprendizaje continuo que te proporciona como profesional. A veces, no tener unos límites donde encasillar la profesión puede generar inseguridad, pero también te da oportunidades infinitas de creación y te hace trabajar en terrenos inciertos, que es muy enriquecedor. A mí, la terapia ocupacional me ha dado una base y una mirada muy amplia de la vida, y eso me ha generado grandes oportunidades. En mi trayectoria he trabajado con muchos colectivos diferentes, y creo que tener un abanico tan amplio de desarrollo personal y profesional se da en muy pocas profesiones. La terapia ocupacional me ha hecho ser proactivo y me ha dado seguridad para enfrentarme a nuevos retos.

«La terapia ocupacional me ha dado una mirada muy amplia de la vida, y eso me ha generado grandes oportunidades»

¿Cuál ha sido tu camino dentro de la terapia profesional?

Hice las prácticas de la carrera en Aspace, una fundación dedicada a la parálisis cerebral, y después continué en ella como profesional. Para esta entidad, también trabajé en un centro de terapia ocupacional donde apoyaba actividades de la vida diaria de los pacientes para fomentar su autonomía; en una escuela de educación especial, donde trabajaba con niños y niñas de 3 a 18 años que hacían un proceso de aprendizaje para potenciar sus capacidades, y en un piso de domótica como servicio de consultas externas, donde valorábamos todos los recursos y ayudas técnicas para mejorar la autonomía de las personas en su día a día. La evolución que pueden hacer las personas con parálisis cerebral para alcanzar actividades a priori tan sencillas como vestirse o conectarse a la computadora es sorprendente, cuando se trabaja a partir de la terapia. Lo importante en este tipo de terapias es que cada persona tenga un objetivo concreto y personalizado que lo motive a seguir adelante. De esta manera hará una terapia de rehabilitación individualizada que la hará mejorar sin casi darse cuenta. Aparte de eso, de 2003 a 2005 fui presidente de la Asociación Profesional de Terapia Ocupacional de Cataluña, con el objetivo de impulsar la figura y el rol del terapeuta y fomentar y potenciar la creación del colegio profesional.

¿Y después de estos inicios?

Como gestor, fui director de Aspace Hogar de Servicios Comunitarios, donde gestionaba el servicio de ocio inclusivo para la comunidad, el servicio de deportes adaptados y de respiro. Después de doce años en la entidad cambié el sector de la discapacidad para pasar a dirigir un centro de día municipal de personas mayores. Pero al inicio de la pandemia el servicio quedó en suspenso por indicación sanitaria y el Departamento de Salud me pidió apoyo para asumir direcciones de residencias que requerían alguna pequeña intervención o apoyo en la gestión de los brotes. Dirigí un par de residencias bastante grandes que estaban en un momento crítico.

A partir de septiembre pasado asumí mi rol actual, de delegado de la consejera en materia social de residencias en la Cataluña Central, con el objetivo de coordinar las diferentes intervenciones de los departamentos y profesionales en las residencias del territorio.

Aparte del grado en Terapia Ocupacional, ¿has cursado otros estudios?

Sí. Una de las cosas importantes para mí, en esta profesión, es el conocimiento relacionado. Yo me he especializado en la gestión de equipos y de personas para que el impacto que puedo generar puede llegar a más gente. Cursé un postgrado de dirección de servicios sociales, un máster de coach y me certifiqué como evaluador del modelo EFQM. Paralelamente a mi trabajo, tengo otra actividad profesional donde hago consultorías y asesoramiento de coaching a empresas. Además, actualmente curso un máster de liderazgo transformacional donde trabajo la gestión de equipos, soy formador y escribí el libro Oci i temps de lleure per a col·lectius específics para la editorial Santillana.

Por tu trabajo has vivido la pandemia desde la primera línea de fuego. ¿Cuál ha sido el mayor reto durante este último año?

El primero, sin duda, el miedo. Hace poco más de un año no sabíamos nada del virus. Cuando era obligatorio encerrarse en casa a mí me dijeron que saliera a la calle. Recuerdo ir a trabajar angustiado porque iba donde había focos de contagio, y sin demasiados EPI ni mascarillas. Con el país bloqueado, mi única consigna era hacer que las cosas funcionaran. Todo lo que tenia era voluntad y los retos de liderar un equipo de personas que trabajaba bajo mucho estrés y de trabajarme el miedo, porque mi hija me esperaba en casa.

¿Ahora duermes más tranquilo?

Sí, por supuesto. Logramos hacer funcionar equipos en la primera línea de fuego, que no podían abandonar el barco porque había muchas personas a su cargo. La gestión de los casos positivos fue el elemento clave. Fue mi manera de ver, también, cuáles eran las aportaciones de valor que yo podía hacer, desde mi visión de terapeuta ocupacional, en un equipamiento grande, con más de un centenar de residentes. Hubo que sectorizar y gestionar una plantilla de trabajadores que también se infectaban y no podían trabajar a pleno rendimiento y, por tanto, había que aportar serenidad en un momento de colapso. Era una situación express, pero la especie humana siempre se adapta.

¿Cuál fue tu aportación a las residencias?

Como delegado de la consejera ayudé a crear y coordinar lo que llamamos Equipos de Intervención Rápida, a través de los acuerdos entre diferentes departamentos (Salud Pública, Servicio de Vigilancia Epidemiológica, Atención Primaria y el Departamento de Trabajo y Asuntos Sociales). Estos equipos locales de intervención rápida los creamos en cada centro donde había un brote para coordinar todas las acciones necesarias. En la Cataluña Central llegamos a gestionar treinta brotes a la vez. Mi función era velar porque todas las residencias con contagios tuvieran este equipo de trabajo creado y apoyarlos, porque era importante tener la capacidad de dar respuesta rápida en cualquier momento.

En este reto, ¿como te ayudó tu formación y experiencia como terapeuta ocupacional?

Creo que la mirada de terapeuta ocupacional me ayudó a ser consciente de que, también en ese contexto de emergencia, las personas debían estar, como siempre, en el centro de la observación y de las decisiones tomadas. En este sentido, tuve siempre claro que lo primordial, más allá de hacer frente a los brotes, era priorizar la comodidad y el bienestar de las personas para hacer frente a la pandemia de la manera más saludable posible.

«La mirada de terapeuta ocupacional me ayudó a ser consciente de que las personas, también en el contexto de emergencia, debían ser el centro de las decisiones»

¿La vacunación ha sido la clave?

La vacuna ha sido, y es, el elemento proactivo que nos ha hecho dar un paso adelante para hacer frente a la pandemia. La ciencia hizo su efecto, y los números demuestran la efectividad total de la vacuna en los ancianos. Cabe destacar también todo el trabajo que ha hecho el equipo de coordinación de vacunación, en el cual también he participado activamente con la logística de todo el territorio. Cuando se crearon las vacunas tenían sus pros y sus contras, debido al desconocimiento del ámbito y de la dificultad logística que implicaba (conservación a -80ºC, dificultades de transporte...), y aún hay una gran parte de la población que tiene reticencias a la vacuna. Para nosotros es importante dar mucha información sobre los efectos de la vacuna y los buenos resultados obtenidos. Todavía recuerdo la emoción de poder estar presente en el inicio de las vacunaciones el 27 de diciembre, y de poder ver como desde ese momento la situación ha cambiado radicalmente.

¿Qué te ha chocado más, este último año?

Una de las cosas que más me ha impresionado ha sido el capital humano y la humanidad de todas las personas implicadas, por mucho que suene a tópico. Esto ha llegado más allá de la esfera profesional, y no tanto por el reconocimiento, sino por esta vocación que caracteriza a los profesionales sanitarios. La he podido vivir desde dentro. Hay mucha gente silenciosa, que no ha dicho nada y que ha sido realmente muy implicada, desde las mismas direcciones de los equipamientos hasta muchas personas trabajando muchas horas.

«En la lucha contra la covid-19, mi granito de arena lo he aportado con una manera de hacer muy humana, propia de la terapia ocupacional»

Y a nivel personal, ¿qué has aprendido?

A nivel de competencias me ha reforzado la capacidad de gestionar equipos, y la idea de que trabajando en equipo siempre se llega más lejos que trabajando solo. Me quedo con mi aportación humilde de formar parte del engranaje, que ha ayudado para que las personas puedan trabajar en esta red y estos equipos. Por el retorno que hemos recibido, ya que la gente ha agradecido la forma como hemos trabajado, con el talante de la humanidad. Mi granito de arena lo he podido aportar, más que con unos conocimientos muy técnicos, con una manera de hacer muy humana, propia de la terapia ocupacional.

¿Dónde te ves dentro de un año?

Yo quiero creer que podremos volver a la normalidad. Como sociedad fuimos incrédulos pensando que la pandemia no llegaría aquí. Incluso cuando la teníamos en Italia no nos lo creíamos. Debemos reflexionar sobre modelos de vida y de consumo, y sobre cómo son los equipamientos donde tendremos que envejecer. Siento que ahora estamos en una fase de construir. Ha sido duro, porque he pasado mucho tiempo gestionando situaciones muy dramáticas y complicadas, pero es el momento de mirar el futuro, construir y proyectar. Me quedo con eso.

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