Ester Busquets: “Tenemos el deber de poner conciencia en la ciencia ante los retos que se nos plantean"

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  • Ester Busquets Alibés es doctora en Filosofía por la Universidad Ramon Llull con una tesis sobre la ética de cuidar en la obra de León Tolstói. Diplomada en Enfermería por la Escuela Universitaria de Enfermería de Osona, es profesora de ética en la Facultad de Ciencias de la Salud y el Bienestar de la Universidad de Vic - Universidad Central de Cataluña (UVic-UCC), y coordinadora de Formación e Investigación de la Cátedra de Bioética Fundación Grífols de dicha universidad.
  • Autora, entre otros, del libro Ética del cuidado en ciencias de la salud (Herder, 2019) y autora, en colaboración, de Cura del món, dels altres i d’un mateix (Pagès, 2023), es asesora y miembro de distintos comités de ética asistencial, de comités de ética en la investigación y de espacios de reflexión ética en servicios de intervención social. Es miembro del Comité Nacional de Bioética de Andorra.

Antes de empezar, sitúanos la ética y la bioética en la historia.

La ética existe desde que la humanidad es humanidad. Una vez preguntaron a la antropóloga Margaret Mead cuál era el primer signo de civilización. Todo el mundo hubiera dicho que el descubrimiento del fuego, pero ella se fijó en un gesto ético y dijo que era un fémur roto. Esto significaba que en la época de los homínidos, alguien que se rompió un hueso tuvo a quien lo cuidó, le dio de comer y lo protegió. El hecho de que se haya encontrado el hueso de un fémur soldado es una de las primeras manifestaciones de la ética en la humanidad.

Por otro lado, la bioética aparece hace cincuenta años para dar respuesta a los nuevos avances en el ámbito de las ciencias biomédicas y biológicas. El poder de la tecnología médica es tal, que la bioética aparece como punto de unión entre la ciencia y las humanidades. Si tenemos presente que en los últimos cincuenta años la medicina ha evolucionado más de lo que lo ha hecho en los últimos dos mil quinientos, debemos preguntarnos constantemente si lo que es técnicamente posible es bueno que se haga.

¿Y qué hizo que quisieras dedicarte a ello?

Yo estudié Enfermería pensando que también me gustaba la Filosofía y en la asignatura de Bioética, que impartía el profesor Joan Mir —de forma brillante, por cierto—, encontré la síntesis perfecta entre la ciencia y las humanidades. Cabe decir que la UVic ha sido siempre pionera en lo que se refiere a la formación bioética de sus estudiantes. Cuando posteriormente estudié Filosofía, ya lo hice con el objetivo de especializarme en bioética y tuve la suerte de poder trabajar en el Institut Borja de Bioètica, uno de los centros referentes en Europa y en el mundo.

En tu tesis doctoral tomaste como punto de partida la novela de Tolstói La muerte de Iván Ilich. ¿Qué tiene esa novela que te permitiera construir la tesis? ¿Qué querías demostrar?

Lo cierto es que la tesis emerge de solo cuatro páginas preciosas del capítulo 7 de la novela, que son todo un tratado de filosofía sobre qué significa cuidar bien. Detrás de estas cuatro páginas, hay un modelo de cuidados, que es el que construí en mi tesis. El personaje de Guerásim, que es un esclavo, cuida a su amo moribundo, Iván Ilich, de una forma extraordinaria.

«Las actitudes éticas se aprenden a través de los modelos que nos rodean»

La aportación de la tesis va en la línea de que las actitudes éticas, tanto de los profesionales como de la ciudadanía, se aprenden a través de los modelos que nos rodean, ya sean personajes de ficción, literarios, o de carne y hueso. Creo que toda persona que quiere dedicarse al cuidado debería leer estas cuatro páginas, o la novela entera, para comprender qué significa el buen cuidado ético de una persona vulnerable. ¡He aquí el milagro de Tolstói!

Teniendo en cuenta la sociedad en la que nos estamos convirtiendo, ¿hacia dónde crees que debe evolucionar la bioética? ¿Cuáles son los principales retos a los que tendrá que hacer frente?

Si una palabra debe ir ligada a la de bioética, debe ser “responsabilidad”, frente al poder de la ciencia y la tecnología. Esto no significa que haya que poner freno a la innovación, pero sí se implica ser responsables, porque podemos alterar la vida. Tenemos el reto de poner conciencia a la ciencia ante desafíos como la inteligencia artificial, el transhumanismo, la manipulación genética...

El mundo cambia muy rápidamente. Hoy ya nadie se plantea si debemos usar técnicas de reproducción humana asistida o no; en todo caso nos plateamos si tiene sentido que una mujer sea madre a setenta y cuatro años, aunque técnicamente sea posible. Hace veinte años el dilema era si era ético crear vida en el laboratorio; hoy nos planteamos si es ético perfeccionarla. Y no hablo de los niños a la carta, de si tienen los ojos azules o el pelo rubio; hablo de si podemos conseguir que tengan más memoria, definir rasgos del carácter o hacer que tengan una condición física innata para dedicarse al deporte de élite. Nos interesa la manipulación genética para curar enfermedades, pero nos abre la puerta a un grupo de peligros, como son la alteración de la naturaleza y la pérdida de libertad. Esto debe hacernos preguntar: ¿Cuáles serán los modelos con los que se diseñarán estos niños y niñas que alguien habrá elegido previamente? ¿Quién tendrá acceso a ellos?

Pero el interés por la bioética no es el mismo en los países ricos que en los pobres...

Efectivamente, existe la bioética del mundo rico, que va por un lado, y la bioética de los países empobrecidos, que va por otro. Mientras unos invierten un montón de dinero en técnicas antienvejecimiento y la conquista de la inmortalidad, en la otra parte del mundo se preguntan si es necesario intervenir quirúrgicamente a pacientes cuando no se dispone de anestesia o se plantean cómo luchar contra la mortalidad de las mujeres que fallecen porque no tienen asistencia durante el parto.

¿Y qué importancia tiene la bioética en la formación de los profesionales de la salud?

Es importante que conozcan la ética profesional en un entorno de cuidado a través del código deontológico. Les enseñamos no solo a ser buenos profesionales desde un punto de vista técnico, sino también desde el punto de vista ético. Pero el código de ética tiene sus límites, pues no resuelve el conflicto entre dos obligaciones. Pondré el ejemplo de un fisioterapeuta que atiende a un conductor de autobús escolar con una adicción o la madre de un hijo pequeño que no quiere recibir un tratamiento de quimioterapia que le puede salvar la vida, porque no quiere que se le caiga el pelo. Es en estos conflictos en los que la bioética puede intervenir, ya que da instrumentos para que los profesionales de la salud puedan resolverlos de la mejor forma posible.

«La bioética da instrumentos para ayudar a resolver conflictos complejos de la mejor forma posible»

¿Y cuáles son estos instrumentos?

Básicamente, la deliberación. Les enseñamos a deliberar. En primer lugar, analizamos los hechos: patología, entorno familiar, y todo lo que pueda saberse a priori de la persona y de su contexto. Después identificamos los valores en conflicto y, a partir de ahí, comienza un proceso de reflexión y debate para encontrar respuestas racionales, razonables, prudentes y provisionales. Todo esto, desde la conciencia de que no hay respuestas absolutas, de que partimos del propio sesgo y de que es necesario aprender a ver las cosas desde la perspectiva del otro para intentar llegar a una decisión prudente.

Alguna vez te he escuchado decir que la ética de cuidar ayuda a mejorar la salud de la población cuando se integra en las políticas sanitarias y sociales. ¿Cómo hay que hacer para que esto ocurra?

Todo el mundo tiene muy claro que la esencia de la profesión de la enfermería es el cuidado, aunque el cuidado también es imprescindible en el conjunto de otras profesiones sanitarias. Pero, ¿qué ocurre en el ámbito social? Hasta hace poco, los cuidados se habían restringido al ámbito privado ya las mujeres, y esto debe revertirse porque debemos poner el cuidado en el centro de la organización social. En política esto significa transformar la forma en la que está organizado el mundo del trabajo y velar por que los espacios comunes como hospitales, escuelas y barrios sean lugares de cuidado. La ética debería estar presente en todos los ámbitos de la vida social, pero es muy difícil que esto ocurra porque vivimos en un mundo dominado por el capitalismo.

¿Qué mensajes te gustaría transmitir a los futuros profesionales de la salud en relación a la bioética?

Hay dos mensajes que me parecen esenciales. El primero es que trabajamos con personas y que atender significa “exquisitez” en el respeto hacia el otro. El segundo mensaje es que estamos atendiendo a personas que, en la mayoría de los casos, no han elegido estar en nuestras manos. Simplemente se han encontrado en esta situación. Cuando una persona acude al CAP o al hospital lo hace en situación de fragilidad y lo que no debe hacerse es añadirle más sufrimiento; por tanto, el personal sanitario tiene la responsabilidad de suavizar, acompañar, mirar, escuchar y hacer todo lo posible para que la situación revierta y, si no es posible, hacerla lo más llevadera posible.

«Atender a personas quiere decir 'exquisitez' en el respeto hacia el otro»

¿Por qué es importante que la UVic-UCC tenga una Cátedra de Bioética? ¿Cuáles son sus principales objetivos? ¿Y cómo valorarías el camino que ha recorrido hasta ahora?

El hecho de tener una Cátedra de Bioética lo veo como una evolución lógica en la tradición de haber impartido ética en los estudios de Enfermería desde el principio. Desde su creación, en 2015, la Cátedra se ha convertido en un referente a nivel nacional e internacional, y participan en ella bioeticistas muy relevantes del país. También creo importante que la UVic-UCC, fuera del ámbito de la capital, pueda ser un referente en este campo, tal y como lo es también la Cátedra de Cuidados Paliativos, por ejemplo.

Hace mucho tiempo que colaboras con diferentes medios de comunicación difundiendo aspectos sobre ética y bioética. ¿Qué te aporta esta faceta más comunicativa?

A mí, me enriquece porque me obliga a pensar y aclararme. Cuando preparas un artículo científico, sabes que pasa por varios revisores antes de que vea la luz. Cuando escribes un artículo para un diario, tú eres tu propia revisora, consciente de que lo que escribes enseguida lo leerán miles de personas. Por tanto, conlleva una exigencia y responsabilidad personal muy elevadas. Me lo tomo como un acto de responsabilidad y procuro que lo que digo aporte elementos para la reflexión y el pensamiento crítico, y además, a ser posible, esté bien escrito.

¿Tienes alguna experiencia personal o profesional que te haya marcado en tu trayectoria en el campo de la bioética?

Una de las tareas que realizamos desde la Cátedra de Bioética es asesorar a comités de ética de las organizaciones sanitarias o sociales acompañándolos en los procesos deliberativos. Esto me proporciona una gran riqueza de ejemplos reales, que después puedo trasladar al aula con los estudiantes. Vemos casos de todo tipo, y el mero hecho de tener la oportunidad de reflexionar conjuntamente con profesionales de ámbitos tan diferentes como son el envejecimiento, la discapacidad o la infancia, y de poder ver cómo los profesionales desde sus ámbitos debaten con una gran sensibilidad por encontrar respuestas a situaciones importantes que pueden tener consecuencias sobre las vidas de los demás, me permite estar al día de los conflictos éticos del ámbito sanitario.

Hace un año se celebraba el 75.º aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Qué valor tiene hoy esa proclama?

Los derechos humanos están en crisis porque el mundo está en crisis. El artículo 1 nos recuerda que todo ser humano tiene dignidad y, por tanto, merece un respeto. Cuando la persona no tiene valor es cuando aparecen las guerras y la discriminación... Pero para restablecer la dignidad se necesitan modelos, si no, no sé si seremos capaces de evitar el colapso. Hoy resulta difícil tener esperanza en el futuro de la humanidad, pero, como decía Séneca, “aunque el miedo tenga más argumentos, elige siempre la esperanza”. Por eso defiendo la importancia de la filosofía y la ética, porque en la medida en que eduquemos a las personas, podremos evitar la crisis social y haremos que la vida, si se respetan los derechos fundamentales, sea mejor.

«En la medida en que eduquemos a las personas podremos evitar la crisis social»

Cuéntanos ejemplos en los que la bioética ha sido clave para cambiar a mejor el rumbo de la historia.

Yo destacaría tres grandes momentos. El primero es cuando se quiso poner fin a la investigación médica con personas vulnerables, que hacía que la gente sufriera o muriera en nombre de la ciencia. La bioética defiende que el interés de la ciencia no es superior al bien de la persona. Otro hecho histórico ha sido el reconocimiento de la autonomía de la persona, en el ámbito clínico y social. Se ha puesto fin a lo de “todo por la persona, pero sin la persona”, y se ha dado paso a una medicina más igualitaria, en la que el sujeto se hace responsable de su salud. Y, finalmente, y en clave de futuro, el hecho de trasladar el modelo deliberativo que se lleva a cabo en los comités de ética a la ciudadanía. Nosotros lo trabajamos en el marco de un proyecto de investigación llamado “Educación bioética y deliberación democrática”, junto con la Universidad Complutense de Madrid, que, en un mundo muy polarizado y poco dispuesto al diálogo, pretende conseguir en la ciudadanía procesos de debate colectivo para llegar a acuerdos comunes, construyendo así una sociedad más democrática.

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