«Hay que recuperar el modelo agrícola que había funcionado durante 10.000 años y adaptarlo al contexto socioeconómico y tecnológico actual»

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Si hay alguien que pueda hablar con propiedad de cómo las interacciones entre la sociedad y el medio ambiente afectan a los sistemas agroalimentarios, y de por qué la agroecología como modelo de soberanía alimentaria puede ser una alternativa viable a los modelos de producción agrícolas locales, esta persona es Marta Rivera-Ferré.

Directora de la Cátedra de Agroecología y Sistemas Alimentarios de la Universidad de Vic - Universidad Central de Cataluña (UVic-UCC), Rivera-Ferré es doctora en Veterinaria en la especialidad de Producción Animal y Economía Agraria y también forma parte del grupo de investigación Sociedades, Políticas y Comunidades Inclusivas (SOPC), donde coordina la línea de investigación "comunidades sostenibles, innovaciones sociales y territorios".

Marta Rivera-Ferré forma parte del grupo de 721 expertos de 90 países que elaborarán, hasta el 2022, el apartado sobre seguridad alimentaria del sexto informe del Panel Intergubernamental de la ONU sobre el cambio climático (IPCC), colectivo con el que ya ha participado en varias ocasiones en la elaboración de diversos informes. La investigadora también hace investigación para poner de manifiesto el papel crucial de las mujeres para conseguir el fin del hambre en el mundo y para hacerlas visibles en los contextos rurales, pero también para demostrar el esfuerzo que todavía hay que hacer para que sean adecuadamente visibilizadas.

En la Cátedra de Agroecología denunciáis la situación que vive actualmente el mundo rural y reclamáis estrategias para que vuelva a ser «vivo». ¿Cómo se puede conseguir?

Muchos de los discursos y narrativas que hoy prevalecen son un reflejo de los modelos oficiales, que defienden un sistema agrario industrializado donde los agricultores son empresarios y, por tanto, deben regirse por un modelo de negocio que genere el mayor beneficio posible. Nosotros creemos que otro discurso no sólo es posible, sino que es necesario, y es en este sentido que trabajamos: la agricultura entendida como un derecho humano y no como una mercancía, y el agricultor como una persona que garantiza el derecho a una alimentación saludable a un precio razonable, y no como un empresario. Este es el modelo de producción agroecológico y de soberanía alimentaria que huye de los pesticidas y las exportaciones y se centra en alimentar a la población más cercana y no a la que está en la otra punta del mundo. Así es como se recupera la vida de un mundo rural hoy decadente: y el primer paso es evidenciar que este discurso existe, y posicionarse, sumar activos y ganar visibilidad para acabar influyendo en las estrategias políticas.

«Entendemos la agricultura como un derecho humano y no como una mercancía, y el agricultor como una persona que garantiza el derecho a la alimentación saludable, y no como un empresario»

¿De qué hablamos, exactamente, cuando nos referimos a «soberanía alimentaria»?

Tal como nosotros la planteamos es una respuesta a la opresión histórica de un sector productivo, el agrario, y su subordinación a otros sectores. Cuando la agricultura se liberalizó en los años 90, agricultores de todo el mundo vieron como productores de otros puntos del planeta recibían materias primas de otros territorios por debajo del precio de coste y destrozaban así los mercados nacionales sin que ellos tuvieran capacidad de decisión. Nos han impuesto unas leyes de mercado que nosotros no hemos decidido, y esto es especialmente grave para los pequeños agricultores. Por tanto, lo que defendemos con este concepto es recuperar la capacidad de cada agricultor y de cada territorio que quiera volver a producir de forma autónoma, sin pisar la soberanía de otros territorios ni dejar que otros pisen la suya.

¿Estamos muy lejos de conseguirlo?

Mucho. Actualmente existe una clara desconexión entre el alimento que consumimos, su origen y su estacionalidad. Es lo que llamamos consumo de food from noewhere, es decir, que comemos sin saber de dónde provienen los alimentos. Frente a esta realidad, la agroecología permite a los productores desarrollar sistemas agrarios sostenibles basados en el conocimiento tradicional que se ha perdido con la industrialización. En el contexto de sobreproducción actual, nosotros queremos pasar de la idea de producir para vender a la de producir para garantizar un derecho humano, la alimentación. Es decir, no pasa nada si producimos menos, si no crecemos siempre... Y de paso, si frenamos, protegemos un suelo excesivamente degradado por la sobreexplotación, fomentamos la biodiversidad como herramienta contra el cambio climático y dotamos de autonomía a los agricultores, que trabajarán con un sistema alimentario de cadena corta.

«Queremos pasar de la idea de producir para vender a la de producir para garantizar un derecho humano: la alimentación. Y hacer entender que no pasa nada si producimos menos»

Te oímos repetir que la mujer tiene un peso muy importante en este cambio que propugnáis que hay que hacer...

La mujer, desde siempre, ha jugado un papel central en la agricultura tradicional. El problema es que la llegada del sistema económico capitalista en la agricultura y la ganadería la ha vuelto invisible. Por ejemplo, eran las mujeres las que transformaban los productos en comida, las que se encargaban de la recogida y la comercialización de los productos... pero sólo era el hombre, el jefe de la familia, quien constaba legalmente realizando estas actividades. Pero cada vez hay más mujeres que son jefes de explotación y hemos observado que tiende a aplicar más modelos agroecológicos que los hombres. Por eso la mujer, en el mundo rural, puede ser un elemento de transformación social hacia un modelo de producción agroalimentario diferente.

«La mujer puede ser un elemento de transformación social hacia un modelo de producción agroalimentario diferente»

¿Como se vincula esta visión con el último informe publicado el verano pasado por la IPPC que tú también firmabas?

Las aportaciones que yo hice tienen que ver con reivindicar la visión de sistema alimentario, el género y el conocimiento tradicional. Es decir, estamos viendo que, desde la industrialización de la agricultura y su percepción como un sector secundario lineal, y no primario, ha habido un descenso claro del sistema. En este informe apostamos claramente por un futuro que pase por la economía circular, que realmente no es nada moderno sino un retorno a la producción más tradicional, a un sistema donde todo se puede reutilizar. La agricultura industrial ha sobrepasado muchos límites, como por ejemplo separar la agricultura de la ganadería, haciendo que esta última (sus residuos) se convierta en un elemento de contaminación grave. En cambio, si integras los dos elementos y los equilibras, la ganadería recicla sus nutrientes dentro del propio agrosistema. Un modelo que había funcionado bien durante 10.000 años nos lo hemos cargado en cinco o seis décadas. Por lo tanto, vamos a recuperar este modelo y usarlo como punto de partida aplicándole los conocimientos tecnológicos que tenemos ahora y adaptándolo al contexto socioeconómico actual.

Cuando se publicó el informe te vimos en muchos medios diciendo que debemos comer menos carne. ¿Es ésta la solución?

Cuando haces esta mirada hacia el sistema agroalimentario, lo que haces es integrar la producción, la transformación y preparación, y el consumo, que es lo que siempre se había hecho. Y esto, de forma natural, ya implicaba comer menos proteína animal de la que consumimos hoy en día. En los últimos 40 años hemos hecho una transición nutricional, y hemos pasado de unas dietas tradicionales arraigadas en el territorio a una dieta con alto contenido en ultra procesados, azúcares y proteína animal. El impacto directo es que tenemos 1.900 millones de personas con sobrepeso y que la obesidad infantil tiene unos índices de crecimiento altos en países con dietas mediterráneas. Pero también nos encontramos con una economía de escala que está acabando con las tiendas de barrio y los mercados, es decir, la venta de proximidad. Todo ello no quiere decir que no tengamos que comer carne, porque ésta juega un papel fundamental en la aportación de micronutrientes, hierro, etc., pero debemos reducir el consumo y cuidar la procedencia y la calidad.

«No debemos dejar de comer carne, pero sí reducir el consumo y cuidar la procedencia y la calidad»

Nos encontramos en un punto de inflexión ...

A nivel discursivo, totalmente. Estamos asumiendo que no podemos ir donde queríamos y que necesitamos cambiar de modelo, reconocer que el sistema ha fallado, pero todavía nos cuesta deshacernos del discurso de los últimos años. Nos alteramos si nos dicen que se pierden 2.000 empleos en Seat, pero no somos conscientes del número de explotaciones agrarias que han cerrado sólo en Cataluña en los últimos años.

Pero ¿estamos a tiempo de frenarlo?

Yo hasta hace poco pensaba que estábamos a tiempo. Pero cada vez más científicos llaman a la desobediencia civil a la ciudadanía porque realmente los gobiernos no están adoptando medidas suficientes contra el cambio climático. Ahora mismo se están premiando cosas que van en contra de la supervivencia de la misma humanidad. Hay que adoptar medidas y hacerlo ya. Y no vamos en esta línea. Yo era de las optimistas, pero ahora ya no estoy tan segura...

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros desde casa?

Podemos hacer muchas cosas: cambiar nuestro consumo, comprar productos estacionales y de productores locales, reducir el consumo de carne, eliminar los plásticos desechables... Cualquier práctica aporta un poco, pero no son pautas suficientes. Se necesitan, sobre todo, cambios desde la Administración. Dejar todo el peso de mitigar el cambio climático al consumidor que forma parte del sistema, aunque no lo haya elegido, no es justo ni correcto. También es cierto que nos hemos creído un discurso sobre la alimentación que afirma que debe ser barata para que podamos consumir otros productos que no son tan de primera necesidad. Y esto subordina a la agricultura. Aquí dedicamos un 14% del presupuesto familiar a la alimentación, mientras que otros países destinan hasta el 30%.

Es necesario un cambio de mentalidad. La soberanía alimentaria se fundamenta también en el pilar de sociedad civil. Es decir, no se podrá llegar a la soberanía si no hay una ciudadanía que la reclame. Para mí, el cambio de comportamiento individual tiene que ver con la coherencia de la información y el consumo. Al final quien provoca los cambios es la sociedad civil organizada.

«La soberanía alimentaria se fundamenta también en la sociedad civil organizada e informada, que es quien en última instancia provoca los cambios»

Una Cátedra con objetivos científicos y sociales a partes iguales

La Cátedra de Agroecología y Sistemas Alimentarios de la UVic-UCC trabaja desde 2015 para entender la aportación de la agricultura como sector económico a la sociedad, pero también como sector vital para las personas que la integran. Lo hace desde la mirada de una economía crítica y feminista e introduciendo otras perspectivas de flujo de materiales y de energía, así como de reproducción del sistema. No es tan complejo como puede parecer de entrada: el objetivo de las investigadoras e investigadores que integran la Cátedra es poner en valor la agricultura familiar y promover sistemas alimentarios alternativos, más sostenibles y justos que los que actualmente imperan en el mundo globalizado. Estos «deben permitir la transformación social y llevarnos a un mundo rural vivo, que fomente la agroecología, la cogeneración de conocimientos, la economía solidaria y las innovaciones sociales».

Por ello la Cátedra se erige como punto de encuentro para los diferentes actores del ámbito de los sistemas alimentarios, sean investigadores, asociaciones, colectivos, empresas, instituciones o particulares, sobre todo (pero no sólo) los del entorno territorial más cercano. Y lo hace desde diferentes perspectivas y líneas de trabajo, que van desde el papel de la agricultura en la reproducción de los sistemas en el entorno rural hasta la reproducción de la vida de las personas y de los territorios dentro del ámbito de la agronomía y la alimentación en un contexto de cambio global como el cambio climático. Este factor «agrava otras fuerzas de cambio, como los demográficos o los políticos, que dificultan el desarrollo de actividades agrarias de la pequeña agricultura», añade Rivera.

En este contexto, la quincena de personas entre miembros y colaboradores que integran la Cátedra trabajan a partir de la idea de un «entorno rural digno» donde, según Rivera, «la agricultura y el sector primario jueguen un papel central en el territorio rural y donde la gente que vive de esta actividad se gane dignamente la vida y tenga acceso a unos servicios mínimos, situación que ahora no se da». Para la investigadora, «el entorno rural actual no está vivo, la decadencia es clara, y la despoblación y la migración del campo hacia la ciudad es sólo la evidencia más palpable del problema».

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